Empresas que hacen historia en Miranda
Continuar el legado familiar y garantizar que el negocio siga siendo rentable y viable a futuro es el reto de unas cuarenta firmas mirandesas de tres generaciones o más
Cristina Ortiz. Domingo, 16 de noviembre 2025 | Actualizado 17/11/2025
En un mundo cada vez más globalizado, poblado de multinacionales y fusiones de compañías que buscan a través de las fusiones hacerse más grandes y fuertes para competir en el mercado, la empresa familiar puede parecer una rara avis. Pero no lo es, de hecho, el ser un negocio familiar, que pasa de manos de abuelos a padres y de estos a hijos, es lo que mantiene vivos a unos cuarenta negocios en Miranda.
Y es que cuando se trata de defender el esfuerzo de una generación y de continuar con el legado familiar el nivel de exigencia es aún mayor. Detrás de cada empresa, además de una marca o el apellido, está el esfuerzo, el trabajo y el desvelo de gente con la que se ha compartido el día a día de esa actividad que, como reconocen nuestros protagonistas, continua muchas veces en casa, donde se sigue hablando del negocio, del futuro o de las tareas que había que hacer al día siguiente. El trabajo no se acaba cuando finaliza el horario laboral, continúa después, en casa, porque desconectar no siempre resulta sencillo cuando recae sobre los hombros de cada uno la solución a los problemas, dar con las claves del crecimiento u ofrecer respuestas a los clientes.
Pese a las dificultades que emprender pueda entrañar, que no se acaban una vez superados los momentos iniciales, la empresa familiar sigue siendo uno de los grandes motores de la economía local. A todos ellos, a los que han logrado mantenerse tres generaciones, rendirá homenaje el miércoles 19 la Cámara de Comercio.
«Ahora se personaliza todo, lo que conlleva otra forma de trabajar»
Miguel Ángel Gabanes Muebles de Cocina Gabanes
Trabajaba en Madrid, con estudio de arquitectura propio, cuando en 2016 decidió ponerse al frente de la empresa familiar que había fundado su abuelo en 1949. Nació como carpintería en la que se hacía de todo en un local de Ramón y Cajal y no fue hasta que en los años 70 se trasladaron a una nave en Las Matillas cuando se especializaron en cocinas y baños. Un camino que siguieron hasta que en 1991 se quemó la fábrica. «Cuando se rehizo se tomó la decisión de dedicarse sólo a la cocina y así sigue».
Y sigue porque él, hace casi una década tomó la decisión de ponerse al frente del negocio. Su padre se quería jubilar y él tenía ganas de volver a casa. No se trataba sólo de asumir la gestión de la tienda, sino de mantener la actividad de la fábrica. De hecho distribuyen para todo Castilla y León, País Vasco, Navarra, Madrid, Asturias…. «Es la parte fuerte del negocio», reconoce Miguel Ángel, tercera generación de un negocio familiar. Con lo que tiene de bueno y de no tanto. «Llegar y trabajar con tu padre es tranquilizador, porque sabes que tienes a una persona a tu lado que conoce el negocio y te va a apoyar, porque hasta que no te metes de lleno no conoces los entresijos de la gestión; pero también es duro por el cambio de mentalidad. Él llevaba desde los 14 años trabajando de una manera y tú llegas con otra forma totalmente diferente de hacerlo».
Partiendo de la base de que también lo ha hecho el negocio. Antes las cocinas eran más estandarizadas y ahora se personalizan al máximo, lo que «conlleva otras formas de trabajar». De hecho, en la década que lleva al frente de la empresa, ha introducido «más tecnología en la gestión, el diseño y la organización», además de nuevas máquinas dentro del proceso mecánico de creación de muebles. «Ha supuesto un cambio importante para producir de manera personalizada. Sólo en colores puede haber 250 y en tamaños va todo a medida. No hay dos cocinas iguales. Así que toca aprovechar la tecnología para poder gestionar bien todo ese trabajo» que se lleva a cabo por un grupo humano de 15 personas.
«Es una responsabilidad coger algo que funciona, quieres estar a la altura»
Conrado Angulo (padre e hijo) Churrería Chocolatería Diamante

En enero de 1960 Félix Angulo y Adoración Ruiz abrieron las puertas de Diamante, la primera chocolatería-churrería de la ciudad. Era un tipo de negocio que no existía, por lo que pensaron que podría funcionar y lo hizo.
Tanto que muchas décadas después sigue levantando cada día la persiana, ahora con Conrado Angulo Urrecho, la tercera generación de la saga familiar y que recibió el testigo de sus padres y sus tíos, que durante muchos años estuvieron al frente del negocio. De hecho, Conrado Angulo Ruiz recuerda que cuando sus padres abrieron el establecimiento, a él, que entonces tenía 14 años, «me pusieron el delantal». Por la mañana ayudaba en la chocolatería, que abría a las 6 de la mañana, y por la tarde estudiaba. «Después, cuando mi hermano y yo nos hicimos mayores, nos hicimos cargo del bar», explicó Conrado Angulo Ruiz, quien cedió el testigo a su hijo en 2013.
Aunque no siempre tuvo claro que a su jubilación iba a contar con relevo. En principio, su hijo eligió la ingeniería. Pero «como familia de hosteleros estás aquí desde niño. Sales del colegio y vienes, después te acercas a cerrar, incluso ayudas en algunos momentos. Por tanto, lo vives, lo ves y, sin darte cuenta, te gusta».
Pero ésa es sólo una de las patas a tener en cuenta a la hora de dar el paso y apostar por trabajar en el negocio familiar, la otra es que creas en él. «Hay que tener ilusión por seguir con ello. Cuando te quieres dar cuenta, estás dentro».
Y, aunque mantiene la esencia, sí que en estos años que lleva al frente, Conrado Angulo Urrecho ha tratado de darle su toque personal al negocio, apostando cada vez más por el mundo del chocolate, introduciendo distintas variedades y sabores. Lo que no ha cambiado es la manera artesanal de trabajar, con churros elaborados a la manera tradicional y en el momento. Algo que los clientes tiene claro que valoran. «Era el sello de la casa y me enfoqué más ahí». Pero sin grandes cambios, consciente de la responsabilidad que conlleva «coger algo que funciona y que en Miranda se valora. Quieres estar a la altura».
«A la empresa familiar si vienes es para siempre, no a probar»
Jorge Barbero Talleres Barbero
La fabricación de utensilios agrícolas, iniciada a principios del siglo XIXpor Anselmo Barbero, se mantiene en la actualidad, dando respuesta y soluciones a los agricultores de la comarca de Miranda –donde la empresa se trasladó en 1949– y de zonas limítrofes en ésta y otras comunidades, desde las instalaciones de la Carretera de Puentelarrá en las que desde 1980 están ubicados y al frente de las que desde el año 2012 está Jorge Barbero, la séptima generación de una saga familiar muy acostumbrada a mirar al campo pero también a las innovaciones tecnológicas que puedan necesitar sus clientes.
Empezó unos doce años antes, un tiempo que estuvo trabajando codo con codo con su padre, tras decidir que quería volver a Miranda, dejando atrás Bilbao, donde había estudiado, trabajaba y lo hacía también su mujer. Quería regresar y qué mejor que hacerlo apostando por dar continuidad al negocio familiar. «Dónde vas a estar mejor», reconocía Jorge. Aunque antes de dar el paso lo pensó mucho, porque «si vienes es para siempre, no a probar».
Llegó a una empresa que cuenta con 4.100 metros cuadrados de naves en las que trabajan 10 personas y que se dedica, fundamentalmente, a la venta y reparación de aperos de labranza. Son sus fuertes y cada vez más porque «los pequeños talleres que había en los pueblos han ido desapareciendo». Quizá en parte porque cada vez es un sector con más carga tecnológica, hay «mucha electrónica, controles GPS, las máquinas son más grandes. Antes era mucho más sencillo y ahora hay que estar muy especializado». Pero el mayor problema es que encontrar personal cualificado es cada día más complicado.
También mantienen en Barbero una parte de fabricación propia de aperos. La construcción de remolques, que en un momento llegó a ser su punto fuerte, la fueron abandonando por el aumento de las normativas y homologaciones a cumplir. «Para repercutir esos costes y que no se dispare el precio del remolque hay que fabricar muchos. Si no, no sale a cuenta».
«Siempre tuve la idea de continuar el legado»
José Luis y Carlos Aliende Maderas IMA
La fabricación de mesas y sillas de duraluminio. Ése fue el origen de IMA, que arrancó su actividad en 1961 en Rivabellosa, donde fue ampliando hasta los 4.000 metros cuadrados, para a partir de 1974 pasar a la fabricación de muebles de cocina y baño. Fue entonces cuando José Luis Aliende, coincidiendo con el cambio de actividad en el que se metieron apostando por la innovación y una amplia gama de modelos, entró de lleno en la empresa.
«Mi padre era muy inquieto y se movía mucho para ver qué novedades podía introducir. Entonces éramos la tercera fábrica en España. Después fueron saliendo muchas más», recordaba.
Competencia que, alrededor del año 1985, les hizo abandonar ese negocio para centrarse en otro distinto: la fabricación de tarima flotante. «Fuimos los primeros en España y de los primeros en Europa, donde había 5, con nosotros 6».
No eran muchos pero no querían ser como los demás, así que buscaron cómo diferenciarse y lo hicieron consiguieron introduciendo un barniz al agua para la madera, evitando disolventes. Fue una gran novedad. «Nos lo fabricó una empresa sueca y tuvimos esa exclusividad mundial durante tres años. Eso nos impulsó mucho», recordaba José Luis Aliende.
Tanto que cambiaron su sede, pasando de los 4.000 metros de Rivabellosa a otra en Lacorzanilla con 120.000 metros de suelo y 26.000 de edificios, con hasta 29 secaderos, aserradero…Ahí se gestiona el 100% del proceso, «una de las claves del éxito» para Carlos.
En ese nuevo emplazamiento siguieron apostando por innovar en el campo de los barnices, porque es «lo más importante de una tarima, le da la resistencia y la apariencia». Lo hicieron introduciendo uno al agua cerámico, con partículas de aluminio que lo hacía más resistente. «Hacíamos la mezcla y hasta que la competencia dio con ello fuimos los únicos. Aunque aún tenemos el más resistente», defendía orgulloso junto a su hijo, tercera generación de un negocio en el que disfruta. «Siempre tuve la idea de continuar con el legado», zanjó Carlos.
Medio siglo mirando por Miranda
Óptica Jomsa cumple 50 años en la ciudad, apostando por «ofrecer un trato personalizado»
María Ángeles Crespo. Domingo, 16 de noviembre 2025
Todos los cumpleaños se celebran con alegría, sin duda, pero los que se corresponden con cifras redondas y, además, longevas, mucho más. Y si la conmemoración se hace por la larga vida de un comercio quienes están al frente de él tienen motivos para hacerlo con satisfacción.
Es el caso de Óptica Jomsa que en estos días cumple 50 años. En aquel lejano noviembre de 1975 Carlos Santamaría y Pilar López, que tenían una óptica en Haro pusieron el establecimiento de la calle Arenal para sus hijos Chemi y Mapi. Luego se incorporó Maru y cinco décadas después quien está al frente es el hijo de Mapi, Eduardo Gea, que apunta que si hay algún secreto para haberse mantenido tanto tiempo y seguir siendo una referencia en la ciudad es que «entre nuestros pilares el que destaca es que siempre hemos tenido un trato muy cercano y muy personalizado con el cliente. Sin grandes complejidades, de lo que se trata es de hacer bien nuestro trabajo y dar facilidades a la gente para que se sienta como en casa».
Y en la suya Eduardo reconoce que de lo que se hablaba a todas horas era de cosas relacionadas con la óptica «y con la gente, eso me encantaba y, al margen de pensar en seguir con la profesión, lo que me hizo seguir los pasos de mis padres fue que me encantaba poder tratar con las personas y darles un servicio».
El trabajo que desarrollan en Jomsa, tres ópticos y tres auxiliares, es una labor de salud visual ya que lo que se busca es que «la gente vea bien, esté protegida» y, para ello, con el paso del tiempo en este emblemático establecimiento mirandés se ha ido adaptando a la gran evolución del sector. «Siempre ha habido necesidades que cubrir, porque siempre ha habido gente que no veía bien, y lo que de verdad ha cambiado es la tecnología que ahora nos permite hacer mediciones especiales, y lentes de todo tipo. Las patologías son las mismas pero las herramientas han evolucionado».
También ha cambiado, y eso lo sabe bien Eduardo Gea, la ‘moda’ en cuanto a las gafas. Antes las monturas no cuidaban mucho la estética y lo de tener que ponérselas era para muchos todo un suplicio. «Había gente que no acababa de sentirse cómoda porque no se veían atractivos, y las lentes eran pesadas y voluminosas. Ahora son muy cómodas de llevar, te adaptas rápido, y como la estética se prima mucho, pues eso ayuda a que haya menos reticencia y hay más gente que lleva gafas».
Abrirse a ese mundo hace, según apunta Eduardo, que en el gabinete haya ocasiones en las que se dan situaciones «mágicas. A veces te encuentras con niños pequeños que no saben que están viendo mal, y cuando les solucionas el problema al ponerle las gafas, ver su expresión y la de sus padres es increíble. Las caras de felicidad y el ambiente que se genera es algo muy bonito».
Inmersa en la ciudad
Quienes tienen problemas de visión o busquen hacerse con alguna gafa que les permita ir a la moda pueden acercarse a la óptica Jomsa, no cabe duda. Esa cita es voluntaria, pero obligada es la de todos los mirandeses con su escaparate navideño.
«Mi tío Chemi es un artista, tiene mucha creatividad, siempre ha pensado que la Navidad es para los niños y desde hace muchos años vaciamos un escaparate, no ponemos ni una gafa, quitamos todo lo relacionado con la óptica y preparamos algo para que los más pequeños se acerquen y disfruten».
Esa posibilidad llegará en breve, pero antes quienes podrán pasar un buen rato serán los clientes que el próximo sábado, día 22, se acerquen a partir de las doce del mediodía para celebrar la fiesta de cumpleaños.
«Con todos ellos hemos trabajado por su salud visual, pero sobre todo para conseguir su confianza. Es nuestro sello y seguiremos apostando por la empatía mientras estemos aquí, que esperemos sea durante muchos años más», apunta.
Miranda premia a 31 empresas familiares activas desde hace tres generaciones
La Cámara de Comercio quiere reconocer su trayectoria y su compromiso con el desarrollo de la ciudad
Cristina Ortiz. Viernes, 7 de noviembre 2025
31 empresas mirandesas se mantienen activas en la ciudad desde hace ya tres generaciones. Un gran logro en un mundo empresarial cambiante y cada vez más globalizado que la Cámara de Comercio quiere poner en valor, con un homenaje público el 19 de noviembre en el que se reconocerá su esfuerzo, compromiso y contribución al desarrollo de la ciudad en sus más diferentes ámbitos. Todas ellas representan el espíritu de compromiso, continuidad y arraigo que caracteriza al tejido empresarial de Miranda de Ebro.
Durante la velada, que arrancará a las 20.15 horas en el Restaurante El Carbón, se pondrá en valor la aportación de estas empresas al desarrollo económico, social y laboral de la ciudad, y su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia.
Entre las empresas homenajeadas se encuentran nombres emblemáticos de sectores muy diversos como el comercio, la hostelería, los servicios y la industria, reflejando la riqueza y pluralidad del tejido empresarial mirandés.
Recibirán reconocimiento: Alejandro Serrano, Alimentación Tolosana, Autobuses Barredo, Cafés Gometero, Cocinas Gabanes, Comercial Eléctrica, Creaciones Magasa, Diamante Choco Churrería, Farmacia María José Losa, Farmacia Mercedes Peña, Farmacia Raúl Losa, Ferretería Urbiztondo, Gamboa, Kiosko Albeniz, La Palmera, Loterías «La 4», Lúa, María Victoria Truchuelo, Maderas Ima, Maderas Susaeta, Masfiel, Orosco, Panadería Lahoya, Prensa Albeniz, Resines, Restaurante La Vasca, Robrillos, Taller y Grúas Gómez, Talleres Barbero, Talleres La Nave y Yoldi Martínez Correduría de Seguros.
Cabe destacar la trayectoria de algunas de las empresas más antiguas, pilares de la historia económica mirandesa, como Autobuses Barredo, cuyos orígenes se remontan a 1752, Talleres Barbero, activo desde las últimas décadas del siglo XVIII, y Panadería Lahoya, que mantiene su actividad desde 1874. «Estas empresas simbolizan el esfuerzo, la continuidad y el compromiso con Miranda que inspira este reconocimiento», destacan desde la entidad cameral.
El programa del acto incluirá la ponencia ‘La empresa familiar’, impartida por Alberto Gómez Barahona, rector de la Universidad Isabel I, quien abordará los retos y oportunidades que enfrentan las empresas familiares en el proceso de sucesión y crecimiento.
A continuación, se celebrará una mesa redonda moderada por el propio ponente, en la que participarán representantes de Autobuses Barredo, Cocinas Gabanes y Yoldi Martínez Correduría de Seguros, que compartirán sus experiencias y aprendizajes como negocios familiares con larga trayectoria.
Posteriormente, se dará paso a la entrega de los galardones a las empresas homenajeadas. «Las empresas familiares son el pilar sobre el que se construye la economía local. Su compromiso con Miranda de Ebro trasciende lo empresarial: es una historia de esfuerzo, valores y continuidad que merece ser reconocida y celebrada», destaca Fernando Escobillas López de Silanes, presidente de la Cámara de Comercio de Miranda.

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